jueves, 13 de agosto de 2009

El desencuentro amoroso I: La erótica del tiempo


Llamamos desencuentro a aquello que provoca generalmente cierta decepción en la pareja bajo diversos nombres: se acaba la pasión, mi pareja no hace lo que yo quiero, no tenemos las mismas ideas, antes pensábamos igual y ahora somos tan diferentes, al cabo de un tiempo me doy cuenta que el otro no era como yo creía, que lo que yo creía era lo que yo quería y no era realmente lo que el otro era…en fin múltiples trabalenguas y enredos que generalmente llevan a la queja: cambiaste!
Es posible ver el desencuentro desde diversas perspectivas, una de ellas tiene que ver con la disparidad de los goces entre hombres y mujeres.
J.A Miller en su libro “La erótica del tiempo” alude a la relación sexual que cada sexo tiene al tiempo. Generalmente las mujeres exigen la intemporalidad del amor, exigen ser amadas para siempre, además exigen pruebas de ello; pruebas que por supuesto son imposibles de dar. Este punto va íntimamente ligado a la necesidad de las mujeres de ser únicas y especiales – cuestión de la que daré cuenta en otro artículo – de allí que necesitan que las amen por alguna razón especial, no por lo que los hombres querrían habitualmente a una mujer, insisto: las mujeres tienen ese necesidad imperiosa de ser diferentes y únicas. No es difícil escuchar ¡No quiero que me quieran por rica, sino que por lo que soy! Obviamente ese rica no se refiere al dinero, porque quizás incluso el dinero las podría hacer especiales.
Hay mujeres, sobretodo hoy en día, que legítimamente juegan el juego del hombre de no comprometerse, pero no pocas veces encontramos que aún en su posición progresista les duela la indiferencia del otro. Quizás porque el juego actual pudiera ser algo así: Yo mujer te tomo a ti hombre, así como tú lo has hecho históricamente con mi género, y te dejo sin comprometerme, pero… yo no seré indiferente para ti.
Por su parte los hombres hacen promesas de amor, que curiosamente para que sirvan y sostengan la relación, deben tener la condición de que tanto el hombre como la mujer sepan que es mentira. Ocurre que si efectivamente hay un exceso de certeza en que me querrán para siempre, aparece el aburrimiento y la fuga del deseo. Condición similar ocurre con el hecho de que un hombre haga sentir a la mujer que realmente es única, es decir que no hay ninguna otra posible; más bien la cosa va en la medida en que la mujer puede ser única pero con competencia, o sea ganarles a otras. De allí que sea tan común que los hombres engañen con mujeres que inconscientemente sus mujeres les indican. Esto también es material para otro capítulo sobre el desencuentro amoroso.
Volviendo al problema del tiempo y el desencuentro. Para el hombre el tiempo tiene medida: Acabó y se acabó. Su goce obedece a la medida fálica. Mientras que para la mujer la cosa no acaba ahí , quiere siempre algo más, palabra, que la llamen después de ir a dejarla a la casa, que el hombre se quede a dormir, etc. Entonces el ciclo del goce del hombre, es numérico e intermitente, se puede medir, cuánto dura el coito –por cierto, con todos los problemas y angustias que el tema de la duración les trae. No comprendiendo que ese “más” que las mujeres les piden no necesariamente es que duren y duren y duren… fantasía típicamente masculina; simplemente lo que las mujeres les piden siempre es más de otra cosa. Cuestión que desespera a los hombres y los lleva a defender como sea su espacio, frustrando a su pareja, no cediendo muchas veces en aspectos que parecen tonterías, pero en el fondo están defendiendo lo más profundo de su ser: su tener, tener control, tener poder.
Por último es necesario decir que esto se trata no de hombres y mujeres desde el punto de vista anatómico sino que de posiciones subjetivas. Esto permite que existan mujeres que se ubiquen del lado hombre de la relación y viceversa. Cuestión que de todos modos lleva a la disparidad del goce.

4 comentarios:

  1. Buenísimo el artículo, generaciones de hombres y mujeres discutiendo eternamente por los mismos temas- que al parecer no es "el tema"- sin detenerse en la subjetividad que cada uno defiende en la queja. Felicitaciones, muy claro

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  2. entonces debo entender que estas relaciones no son específicamente de géneros sino de "roles"... o sea que en una relación homosexual necesariamente los involucrados tienen un rol "femenino" o "masculino"????????? (!!!!???)

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  3. Desde el psicoanálisis la sexualidad no está definida por anatómico, sino que lo femenino y masculino son posiciones subjetivas inconscientes. Por eso en una relación nunca se sabe quien es quien.
    Saludos.

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  4. El punto interesante es que la subjetividad si bien tiene límites, también es algo que se puede analizar, entrenar y dirigir hacia "lugares" más éticos. Que estamos obsesionades con los refugios falsos.

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