lunes, 24 de enero de 2011

PORTARSE MAL

Suele ocurrir que el sexo previo al matrimonio no se equipara al posterior al contrato. Por qué? Porque el primero es ilegal.


El goce está en esas pequeñas ilegalidades: tener sexo oral en el auto, robarse un dulce del servicentro, pelar a otros. Las normas están hechas para eso, por eso deben existir. A veces éstas fallan y hay sujetos que deben buscar esos límites por trasgredir demasiado lejos….

Pero en quienes la ley opera, ocurre que triunfa la culpa o la buena educación.

En la pareja dos típicos caminos de los bien educados: deslibidinización de la pareja, enfocándose principalmente o convenientemente en los hijos ó el hombre (generalmente él) comienza a querer portarse mal pero con otros hombres, de ahí un paso más y es con otra mujer. Hombres que comienzan a llegar tarde para que su mujer los rete, luego se quejan de que éstas son brujas. Hoy al menos, las mujeres también pueden buscar portarse mal con otro, aunque aún penadas socialmente: putas o locas, la misma historia.

Si ud, es una bruja, quería llegar a esto? mire a su hombre, seguro él tuvo que ver con eso. Un hombre siempre quiere que la mujer “haga caso” y que se porte bien. Tan bien que luego las transforman en su ley a transgredir: ella la madre de sus hijos, tan buena. Excelente figura para gozar-sufrir mintiéndole.

Desde otro punto de vista la obsesión por portase bien también genera la trampa neurótica de quien prefiere la injusticia a la libertad. Es decir, pagar con sometimiento a un padre (jefe, Dios, otro superior, etc) a cambió de una supuesta seguridad. Supone que ese Otro ante quien se porta bien le retribuirá con justicia. Sin embargo, lo que ocurre realmente es que se queda a merced de otro que a su vez está atravesado por su propia neurosis, por sus intereses, por su libido, etc de manera que por estructura nunca será justo. Por eso quien vive (o muere) esperando retribución por ser bueno: cagó. Pero algunos prefieren eso antes que el vértigo de la libertad, la libertad posible por cierto.

Otros se amparan en artilugios neuróticos funcionales para gozar un poco, por ejemplo el racional científico: justifican “científicamente” conductas que rechazan moralmente. Sin embargo, ocurre que al tratarse de conductas prescritas por la ciencia pierden su potencia subversiva y más bien idiotizan o se convierten en una nueva presión: hay que durar más de no sé cuantos minutos…

Por qué los adictos no mejoran casi nunca? Porque se les quita su forma de gozar. Si bien existen muchas clases de adicciones, generalmente ocurre que el goce aparece desde que piensan en ir a comprar; ahí comienza el circuito de ilegalidad que los lleva a sentir “adrenalina” (eso que algunos suponen que se trata de una satisfacción química, nosotros le llamamos goce, así no más). Se trata de saber hacer algo con ese resto a gozar, no sólo quitarlo. Cuando alguna técnica terapéutica apunta a adaptarse, enseñar a relajarse, por más neohippie que sea, se trata de un discurso de domesticación más: pórtese bien, pero anestesiado o “relajado”.

El psiquismo no es educable decía Freud. Nosotros decimos aprenda a portarse mal, sin hacerse tanto daño.

Por último, entienda de una vez que eso que le enseñaron sus padres: o bien ellos tampoco lo hacían o si lo hicieron tuvieron una vida aburrida y nostálgica “de aquellos buenos tiempos donde si fueron…” (aquellos que siempre hablan de su pasado, ahí donde sí se habrían portado mal).

martes, 18 de enero de 2011

No - Toda Biopolítica

“Aún el más miserable paciente puede tener alguna decisión con respecto a su prescripción. Es algo que define su humanidad”
Virginia Woolf en Las Horas


La vida definida por su finitud es permeable al poder y al temor a la muerte.

Cuando la vida es definida como la acción de preservación biológica, la vulnerabilidad toma protagonismo y cuando ésta se torna una preocupación de Estado la biopolítica se instala en el podio. Biopolítica como administración de los cuerpos, de la vida, la muerte, la salud, el bienestar, la reproducción. Todo bajo un silencio ominoso e insolente.

De qué se trata vivir entonces? De mantenerse vivo, aunque se trate de un muerto vivo – por eso la eutanasia y el suicidio son ilegales. Se trata de encontrar hasta el último secreto en nuestros cuerpos, en nuestro adn: como si ahí radicara la verdad, la verdad de la paternidad por ejemplo, como si eso fuera un padre. La verdad de nuestro comportamiento en nuestros neurotransmisores, nuestra energía en las bebidas energéticas. Las clases de historia ya no importan; a la revista “Tendencias” le parece que el ser humano no se distingue genéticamente más que en un 20% a una sandía. En fin un mundo ideológicamente desideologizado.

Se vive como si la vida fuera una cuestión de esencia, como dice Agamben: la vida nuda. La vida anterior a cualquier cobertura política, la vida porque sí (mi hija de cuatro años me dice que porque sí o porque no, no es una respuesta…). La vida desideologizada, hiperbiologizada, una sandía.

La biopolítica supone que existiría un absoluto: una sociedad reconciliada consigo mismo, un cuerpo que funcione al compás de la bioquímica, un mundo sin delincuencia, un mundo sin malestar en la cultura. A partir de estos ideales legitima su violencia; quizás peor aún, nos prescribe como gozar.

Si se trata de vivir ante todo -aunque sea bailando con los que sobran- aparece el miedo, el miedo a la muerte, a la diferencia, al otro. Pánico social, crisis de pánico. El poder se fortalece.

Pero la humanidad no está en las células, está en el cuerpo, pero en uno diferente al definido por el discurso técnico- capitalista. Tampoco se trata de aquel definido por las nuevas tecnologías alternativas, las que también trabajan sobre el cuerpo definido por el Amo. Se trata de aquel que paradójicamente aparece en las cada vez más proliferantes series de medicina –las que justamente se tratan más del acontecer libidinal de los batas blancas que de vísceras. Ese cuerpo: el sexuado, el del psicoanálisis, ese resiste a la biopolítica.

Aquel cuerpo singular, donde sus partes no siempre operan en función de la necesidad biológica. Una boca que no sirve sólo para comer, la comida que no opera sólo en su valor nutricional, una palabra que no siempre dice lo que el diccionario define, un alcohol que no sólo sirve para desinfectar, un zapato que para una mujer y a un fetichista no le interesa en su función de protector de un pie. En fin, cuerpo loco, singular que resuelve su acontecer pulsional, su encuentro con la cultura en su propia loca manera.

Cuando la vida es elección se torna humana, singular.

Ahí donde la biopolítica apela a una salud que conviene a criterios económicos, hoy un psicoanálisis propone aceptar nuestra la locura de cada día, antes que cualquier uniformidad.

Cómo puede ser un ética basada en el no-todo psicoanalítico? Un no- todo que supone que no hay consistencia del ser, no hay relación perfecta, no hay sociedad reconciliada consigo misma, ni sujeto reconciliado consigo mismo.

Una ética del acto singular, del acto sin garantías, de hacer lo que hay que hacer. No por el ideal de completud, ni por la ley de Otro. Generalmente se trata de actos íntimos, no de acciones trasvestidas de heroísmo. Heroísmo que apela al ideal de reconciliación; Unidad Nacional clama hoy nuestro gobierno; hasta día de la suegra inventaron ahora…

Vuelvo a ver las horas…mujeres, “Aún” siempre mujeres, actos de dignidad cautivadora.