jueves, 16 de febrero de 2012

LA VALENTÍA ES DE LOS QUE SOBRAN






Mi pasión por el margen debía venir de alguna parte.

Sentirse freak, y el temor a que alguien lo notara. Sobre todo eso, el temor a que otros se dieran cuenta. Fuera de lugar, de clase, las referencias- familiares, religiosas, políticas- se sostenían menos que mi respiración bajo el agua. Pero en los márgenes podía alojarme. Ahí a nadie le importaba.

Me transformé en una niña muda. Pero adaptada, de eso se trataba todo. Pagando los pecados de los padres. Del linaje desde Eva en adelante a veces.

Hasta que entendí en algún lugar, por cierto, distinto a mis neurotransmisores, pero sí en mi carne, que de lo que carecía no era de alguna insignia de una norma-lidad posible; sino que de palabras desde donde descansar, donde poder habitar. Palabras generosas y libres, que me aportaron una geografía comprensible.

Ahora no me callo más.

Muchas de esas palabras, que aún no cesan de inventarse, surgieron desde lo que sobraba: de la angustia, de los locos, los desviados del bien hacer, del rincón de un libro, de lo sucio, de la contradicción. De dichos al pasar, disidentes de su propio emisor. Del que ya no tiene nada más que perder. De los entregados a sus grietas.

Ahí supe de la valentía. Nada que ver con lo heroico.

El héroe se refugia en lo dicho. Quiere llevar la pluma de lo que ya está escrito en el porvenir soñado de sus Amos.

El heroísmo está teñido de la violencia más o menos ciega de la servidumbre.

Esclavos de la confianza en los absolutos, de cualquier Otro, se llame Dios o partido político. Se llame guerra, éxito, partido de fútbol; todas chapas de la soberbia erecta de la cultura hegemónica.

La cobardía del héroe está en el horror a la precoz eyaculación de su nombre, de su potencia. No es raro que el ídolo se vaya a la mierda tan joven. Demasiado que sostener, demasiado que perder.

Nada más difícil que mantener la continuidad del Nombre Propio. Sacrificando libras y libras de carne propia y ajenas en ese cometido…

El heroísmo es esclavo también del reconoci-miento. Una de las mentiras mejor administradas por el Amo: detone la bomba y será nombrado en el libro de historia de sus hijos; si es minero y se queda atrapado en un hoyo por mi negligencia, Ud. es un hombre fuerte; venda mentiras pero será el empleado del mes; meta goles; apúntense en una revolución que llevará mi nombre pero que no cambiará nada; tome mujeres que yo diseñé, de la belleza nueva, esa que no inquieta, mientras más es mejor. Todo héroe firmó un crédito con letra chica: el beneficio se lo lleva siempre Otro.

El acto valiente responde a otra ética.

El acto valiente es una necesidad que surge de un deseo inevitable. Cuando a uno no le queda otra, sino es traicionarse.

Se trata de un acto inédito para uno mismo. Momento crucial en una historia, porque la torsiona, conlleva siempre la discontinuidad de lo ya dicho de sí. Por eso la valentía va más allá del Nombre Propio, de ese nombre caprichoso inscrito por otro en mis fragmentos. La valentía hace estallar el Nombre, muchos nombres de la inclusión en el juego de otro, del tiempo ajeno.

La valentía, antes que ir a conquistar, a romper, implica romperse. Separarse de ese uno mismo, que tantas veces pasa de dulce refugio a infierno resignado.

La valentía siempre da miedo. No tiene garantías ni reconocimiento. No implica triunfos, ni nada que brille, pero le da dignidad a vivir. Y la dignidad es a lo único a lo que no se puede renunciar. Si resistieron en Auschwitz, podemos resistir a la atrocidad de la dictadura biopolítica, que nos impone la miserable inclusión en la moral mediocre del Mercado.

La valentía es siempre marginal. Está hecha de lo que sobra en la cultura hegemónica; pero también de lo que nos sobra de las construcciones domesticadas de nosotros mismos.

Aunque marginal -la revuelta de sí- puede permitir habitar el mundo con otros, pero desde lo nuevo. Otras palabras, otros actos, otros existenciarios. Quizás sí alguna revolución.

Que nadie más se calle nunca.

lunes, 6 de febrero de 2012

KENITA




Estos días me dio por preguntar a cuanto compatriota pelador que se me cruza, cuál es el pecado de Kenita. Me miran como si fuera obvio, y con algo de odio por cierto, porque está vetado defender a la chica: su pecado tendría dos aristas. Una cuantitativa, muchos novios, y una cualitativa, su elección estaría basada en el interés económico.

Para mí, su único pecado es enamorarse de hombres que gracias a la sodomía fanática del patriotismo macho, se creen un espécimen deluxe …fomes, vacíos, apasionados por las bolas.

En definitiva cuál es el problema con la rubia? JM dice que es su actitud de mosca muerta, mientras que la Geisha encanta porque nos refriega su verdad, no hay engaño, el que va Va.

Efectivamente Kenita se equivoca al defender la misma moral que la ataca. El primer mandamiento de la moral del muerto: No desear. No desee traicionar a su clase, no desee ir más allá de su padre, no desee lo imposible, no desee tener más dinero si no pide el crédito con nosotros, no desee vivir en un lugar que no le corresponde, y sobretodo, si es mujer no desee nada. Al menos nada en su condición de mujer, porque siempre se puede jugar al objeto, la madre o el hombre.

Es el problema que tenemos todos cuando nos suponemos al margen del ideal. A veces estamos dispuestos a traicionarnos por ser un poco más perfectos – uno de los nombres con más disimulo del fascismo- un poco más elegantes, solemnes, ABC1, buenos, altruistas y desinteresados; o la otra versión, más cool, especiales, progre pero siempre incluidos en el mainstream o el mainstream B.

En ese gesto, sin saberlo le damos más poder al poder, a la hegemonía, parece que siempre somos un poco más reaccionarios de lo que suponemos…

Aspirar a la inclusión, traicionando nuestra diferencia, nos hace y nos hará siempre el proletariado de esa clase.

Es lo que ocurrió con las primeras feministas, quienes defendieron los derechos de un tipo de mujer: la que el hombre hegemónico inventa.

Es lo que ocurre con los gays cuando se ofenden cuando un humorista los llama promiscuos.

Es lo que le pasa al nuevo rico, cuando quiere ser aceptado por el hijo del dinero antiguo.

Pero así como el post feminismo da la lucha por la diferencia, por la mujer del margen: la fea, la gorda, la caliente, la pobre. Es posible defender otra moral, la de la sexualidad más allá de la dictadura médica- religiosa, la del dinero del que emprende como algo mucho más interesante que la del que hereda todos los títulos.

El problema de Kenita y el nuestro es que le teme a la palabra promiscuidad, locura, ambición. En el fondo pura inquietud del deseo.

Darle dignidad a esas palabras sí es sub-versivo.

Siempre hay interés y narcisismo en lo que hacemos. El enamora-miento su paradigma. Por una parte, creemos ver en el otro, a quien apenas conocemos, algo que tiene que ver profundamente con nosotros mismos. Por otro lado, nos vemos empujados a mostrar una versión mejorada de nosotros.

Es esto ser maraca? Es una mentira la primera etapa del amor, como los serial lovers sostienen?
Sí y no. La verdad es siempre una versión, no hay más verdad que eso. Y en la vida podemos movernos hacia versiones que nos hagan más o menos felices. De eso somos siempre responsables.

Por último, el problema hoy en la cultura no es cuando mostramos la retaguardia a un Amo. Todas y todos los Kenitas debemos aceptar con decoro y valentía el problema de administrarla y capitalizarla en todos los sentidos: venderla, moverla, tatuarla, gozarla. En otras palabras, aceptar nuestros modos de gozar…y ojalá los del otro.

Sí, el culo nos sirve para algo más que sentarnos.