viernes, 19 de agosto de 2011

MAL EDUCADOS


Se ha criticado al movimiento estudiantil con diversos adjetivos des-calificativos, desde una superioridad moral con olor a fusta vieja.

“Incitadores del desorden público”, “chiquillos que deben dejar las cosas en manos de los expertos en este punto de la discusión”, “Intransigentes”. Pendejos mal educados.

Vamos una por una.  

Primero, respecto de la crítica a las  manifestaciones cabe preguntarse: Qué es un ciudadano hoy? Parece que se ha reducido a un consumidor, alguien que debe aspirar y esperar a que las instituciones funcionen. La única voz que tiene la ciudadanía es la del clientelismo. 

Ciertamente un malestar distinto al del cliente enojado, desestabiliza los fundamentos actuales del discurso. De ahí la dificultad del gobierno (no sólo del actual) de salir de las propuestas que enfatizan la baja de las tasas de interés, propuestas que se confunden con una liquidación de invierno. Claramente se trata de intereses, pero de unos de otra naturaleza…

De qué se trata entonces la ética de la revuelta?: de lo que queda al margen de las opciones institucionales. De lo que queda en el callejón sin salida de la ley dominante. Más que una queja se trata de un acto político: tomarse la palabra. Poner en palabras un malestar de personas que exigen sus derechos – no como consumidores- sino que como sujetos.

Segundo, otros apoyan la causa pero les parece que ya es hora de confiar en los expertos.
Bien sabía en mis tiempos estudiantiles el lema de que si no sabes para una prueba, escribe en difícil y confunde. Mucho de la lógica de los expertos es eso: confundir, que nadie pueda ni siquiera preguntar. La ultra especialización nos cuenta de lo difícil que es entender.

A pesar de que hoy las ciudades se planifican para que ricos y pobres no se topen, no hay que ser experto en nada para captar lo escandaloso de la desigualdad. Pero más obsceno aún, resulta la naturalización de un sistema económico que insiste en que hay cosas que no se pueden cambiar. Se puede llegar a la luna, pero el mercado no se puede tocar. Siempre me pregunté por qué la Economía, en tanto ciencia social, más que estar al servicio de la humanidad, cobra el estatuto de la física cuántica: absolutamente ajena y hermética. Hay que subirse a la micro del sistema para no quedarse abajo, aunque nosotros mismos la hayamos inventado. 

En tiempos donde alcanza para todos, me pregunto si el egoísmo que genera la segregación es un asunto tan científico…

En tercer lugar se les acusa de intransigentes. Claro que lo son, pero cuál es el problema? A veces no se trata de negociar. Recuerdo las mesas de diálogo de los 90 para obtener información de las fuerzas armadas respecto del destino de los detenidos desaparecidos. Que había que dialogar? No se trataba más bien del derecho de exigir respuestas?

La ideología contractual, la del consenso no trabaja para la diferencia. Muchas veces opera al servicio del poder. Un ejemplo de esto es el actual proyecto de uniones homosexuales: se les permitirá regular sus bienes, pero no podrán casarse. Es decir, se otorgan beneficios dentro de la lógica de lo material, pero se despoja al proyecto de su potencial de cambio social.

Experticia, conciliar, dialogar, ser educado, que tienen en común?

Son todos nombres de buenas prácticas, pero que al utilizarse como absolutos, como ideas higienizadas de ideología; se transforman en la moral de las buenas costumbres, en una ética de la domesticación. En esa buena educación infértil que calla y que atonta. 

Todos estos juicios operan como distractores del debate que aquí está en juego. Aquel sobre el lucro, la calidad, la gratuidad de la educación, la reforma tributaria. Hasta acá fragmentos por aquí y por allá. Respuestas que evitan el meollo del asunto; respuestas atolondradas que se otorgan bajo la premura de apagar el incendio.

 Por supuesto que las crisis provocan nerviosismo. Siempre que se fractura el orden público la cosa se nos vuelve un poco siniestra. Pero no hay nadie que pueda decir que no se trata de una causa justa. Y esto pone más nervioso: los desordenados, intransigentes, inexpertos tienen razón.

Las articulaciones del malestar que hemos visto en los últimos meses ponen en jaque el estado de lo nor-mal(e) (nótese: la norma macho). Aquella norma que, mediante el recurso de naturalizar las ideas –fundamentalmente las leyes del Mercado - fija los límites de lo posible y 
de lo deseable. 

Pero hoy se escucha un malestar que no apunta a pedir un poco más de lo que el sistema puede dar, no apunta a la caridad política. Más bien interroga a la lógica misma de lo deseable instalado en el discurso hegemónico. Es decir, cuestiona la idea de que todo es una mercancía, incluso la subjetividad. 

Porque no se trata de transacciones, de oferta y demanda.  Se trata de plantear un proyecto de país. De amar algo así como Chile, y no venderlo junta a la cebolla en la gran feria financiera.


Por último, han perdido un año los estudiantes?. Ni uno sólo. No hay mejor educación que atreverse a tomar la palabra.

Entiendo que este artículo pueda considerarse irresponsable, pero bueno, si la naturalización del Mercado y de Dios es ser educado, claramente padezco de la mala educación.