viernes, 23 de septiembre de 2011

... con-fines de pérdida



Qué  hay en común entre la afirmación: “no se pueden crear instituciones con fines de pérdida” enunciado por nuestro presidente -a propósito de la supuesta inviabilidad de la educación gratuita-  y la saturación mediática de imágenes e historias de los muertos en el accidente de Juan Fernández?

Negar la pérdida. 

No perder clases, no perder oportunidad de lucro, no perder el alma del que partió.
Una de las mayores virtudes de las narrativas humanas es cubrir el desgarro de existir. Empalagosa ficción implicada en la construcción del velo que nos permite vivir como si tuviéramos garantías: salud, dinero, seguros, belleza, luces de neón.

Tan vital es la función de esta ficción que fácilmente se torna ideológica. Tanto las divinidades del Cielo como las del Mercado en la tierra logran administrar tal mentira. Mentira piadosa al fin y al cabo, será por eso que todos somos cómplices. 

Qué nos ha acontecido estás últimas semanas?

 No sólo videoclips que nos hacen olvidar por un instante el agujero que dejan los que partieron, sino que la imagen se satura aún más con profesionales de la salud mental - quienes a veces confunden sus saberes sobre la conducta con un rol eclesiástico- repitiendo una y otra vez las que serían unas fases del duelo. Duelo que culminaría con una superación, se cerraría el agujero. Nada se pierde para siempre. 

De ahí un paso más y el matinal se regocijará con sus cifras alegres, el imaginario colectivo pasará a otra cosa: las ofertas navideñas, los juguetes con tolueno, alunizajes, accidentes de tránsito, la PSU. Y la ganadora de la jornada: por supuesto la crisis financiera que se avecina. Exquisito problema, en tanto permite dar vuelta la cabeza frente a los conflictos sociales, genera miedo, por ende, facilita el control social (siempre y cuando nadie se ponga a discutir las causas de la crisis como algo estructural al capital).

Pero algunos defendemos la pérdida.

Sin perder no se puede vivir. Bien lo saben aquellos esclavos de sus teneres. También lo saben aquellos que para garantizar su existencia como sujeto político están dispuestos a morir de hambre.

Para Lacan el sujeto contemporáneo es proletario. En tanto -en los tiempos de la Hegemonía de la Ciencia y la Técnica- el sujeto esta cada vez más desligado de la producción de la mercancía, sin embargo quedando al servicio de su circulación.
La miseria hoy no es sólo material. Se trata del despojo del deseo del sujeto humano. Padecemos de la mutación de nuestro estatuto de sujetos a consumidores, alienados de la experiencia de producción, librados a un goce inmediato, fugaz, solitario y no pocas veces compulsivo. 

El deseo- que es la contracara de la compulsión- implica realizar la experiencia de vacío. Experiencia que requiere de la renuncia de cierta satisfacción inmediata; encuentro con el vacío que empuja a desear y a la creación. Se crea desde la Nada.

Por último,

Perder a veces implica ganar en otro sentido. Lo que la ideología obtura es que efectivamente lo público considera la posibilidad de la pérdida material en beneficio de la justicia social y el bien común.

Asimismo, si bien es cierto que los estudiantes pierden un año académico, con todo lo que ello implica; también ganamos todos de la emergencia de una nueva ciudadanía despierta, crítica y comprometida.

Pero a veces hay pérdida a secas. Como en un duelo. El duelo duele. Como dice Allouch, la muerte a secas, sin compensación. 

El agujero se bordea, no se tapa jamás. Por más narraciones de héroes, de buenos y malos, víctimas y culpables que produzcamos. Construcciones que por cierto, siempre son políticas…

CON-FÍN