martes, 14 de diciembre de 2010

San-tiago sacudete en tu cripta

Año traicionero, excesivo, siniestro, ridículo, pero ante todo trágico. La mayor desventura no es –como muchos afirmarán– el caprichoso azote de la naturaleza; sino que la forma en que toda reflexión crítica posterior a los desastres es reabsorbida por el discurso tecnocrático. Como si todo se tratara de estadísticas, tecnología, procedimientos; todo análisis converge en la idea de que existe entonces un saber absoluto, el que mediante la ciencia y una buena administración se alcanzaría. Si todo se puede: fin de la historia, eclipse de las contradicciones estructurales del sistema.


Así, las críticas lanzadas multidireccionalmente no generan más que un simulacro de discusión política, una que se encarga de que cada quien quede en su lugar; lugares dispuestos por un discurso ideológico.

Parte de este simulacro tiene que ver con crear antagonismos inofensivos: la naturaleza despiadada contra el hombre, los saqueadores versus los ciudadanos, el gobierno y una supuesta oposición, los malvados dueños de minas y los buenos como Farkas, el santo Bielsa y los mafiosos, las cárceles públicas versus las modernas concesionadas, etc.

Olvidando el principal de los antagonismos: la desigualdad entre ricos y pobres. La cual gracias a la segregación urbana hace cada vez más difícil que ambos se topen. Así se olvida el olvido.

Bicentenario lleno de luces, de ficciones épicas y sus consiguientes lecciones morales. Tan hipócrita como el apólogo de San Martín: éste al toparse con un pordiosero entrega la mitad de su abrigo; acto ético que es santificado. Caridad, incluso mezquina, que ubica a un héroe y a un pobre – que ni nombre tiene el desgraciado - a medio calentarse. Qué implica esta ética? Supone que lo que un pobre requiere es resolver una necesidad básica, aunque sea con medio abrigo, si total así no se va a morir. Entonces el héroe da, pero da a la necesidad material del otro, no da su rango. No. Eso ni cagando: las cosas deben seguir igual, de eso se trata.

De ahí que generalmente surja indignación cuando un pobre se compra un plasma con el dinero de la beneficencia. Parece que sólo los ricos pueden acceder al goce, los pobres deben quedarse en el silencio indigno de la necesidad. Plusvalía del goce dice el psicoanálisis (al menos un psicoanálisis). Por cierto, hoy hay un valor más que se les puede usurpar: el show impúdico que una prensa hace con ellos.

Dar la mitad del abrigo, heroísmo fálico, algo así como el acto Bielsa. Ok, sé que el fútbol no es lo mío (no sé por qué siento que tengo que pedir perdón para hablar de esto), pero luego de escuchar a tanto hombre llorón hablando de la ética del entrenador, me queda la misma pregunta: qué pierde realmente Bielsa? Si igual tendrá un súper trabajo; por qué no se las jugó por Chile?

J. A Miller compara el apólogo de San Martín con el juicio de Salomón. Ese que propone partir a un bebé en dos ante una disputa de dos mujeres por su maternidad. Ante la renuncia de una de éstas a la a la contienda para salvar al pequeño, se decide que entonces ella es la verdadera madre. Gesto de entrega, que implica otorgar el más valioso de los bienes: su posición en el mundo.

Otorgar la posición, o relativizarla al menos, genera vacilación subjetiva, como al jefe que despiden después de veinte años: se rearticulan las relaciones y las condiciones de existencia.

Me pregunto por qué tanta negación a otorgar más que un subsidio material a los excluidos, como sería reconocer y proteger la dignidad- esa que este año hemos escuchado reclamar a gritos. Supongo porque ese gesto implica reorganizar los conflictos, poner otros nombres; quizás reponer los antagonismos contundentes antes que los inocuos. Reconocer la dignidad del Otro, el de la diferencia radical, lleva a cuestionar los paraísos inventados, hace vacilar a la hegemonía. Ya lo decía: lo principal es que al apagarse las cámaras todo quede en su lugar, por supuesto que nadie muera de frío.

Al menos sonrojado debe estar el apóstol Santiago. Patrono de la capital, quien al ser martirizado dice que sus manos podrán estar atadas pero no su lengua. Aunque el cuerpo sufra, es el nombre singular, la dignidad, el reconocimiento en el derecho el que mantiene nuestra humanidad. Devolver la palabra al otro es un primer paso.

martes, 2 de noviembre de 2010

EL AMOR EN TIEMPOS DEL RAVOTRIL

DROGAS, SEXO Y ROCK AND ROLL dice Mick Jagger, subvirtiendo el lugar del sexo en la mítica frase. En la actual desexualización del placer, los grandes ganadores de la jornada son la publicidad y la farmacología. Qué tienen en común?: Ambos ofrecen sustitutos. De qué? De esa maldita primavera, dulce embustera: el terreno del encuentro amoroso- erótico con otros.


Se me vienen dos comerciales de TV rápidamente a la cabeza, primero el de chocolates “Rolls”, donde un hombre va con sus chocolates por la calle y nada ni nadie más le interesa hasta que se encuentra con una mujer que también lleva este producto, se encuentran, cada uno con su chocolate-fetiche por delante; algo así como: “estamos juntos pero cada uno goza con su objeto y así no nos pedimos nada”. Segundo, el del Ron Madero, donde un tipo entra a una reunión social saludando tibiamente a gente que conoce hasta que llega a sus “verdaderos amigos”, momento justo en que la cámara hace un close up de las botellas de Ron; no quedando claro si su verdadera amistad es con las botellas o con las personas con que se sienta posteriormente.

Se evita lo sexual porque estamos en tiempos de evitar la diferencia y por cierto, el dolor (mire cuanta farmacia hay a su alrededor). Tiempos de la inflación de lo contractual, tiranía del acuerdo; todo es posible en la medida en que exista consenso entre las partes. Cuestión que suena bien pero lleva a anular la diferencia, ésta última se convierte en disidencia, y eso hoy, engendra terror. Anular la diferencia es algo así como el deporte extremo, hay riesgos, pero controlados, es como jugar a acercarse a un abismo pero colgado de un elástico y lo más importante, gozando SOLO. De la terapia de pareja hoy se espera algo similar: queremos estar juntos pero cada uno con sus chocolates “Rolls”, así evitar el vértigo del desencuentro: sin duda el verdadero abismo. Este es el costo que se quiere evitar, es como comer dulces sin azúcar o tomar cerveza sin alcohol, vivir un duelo sin tristeza.

Hoy el amor entonces si no es igualitario, no es. Se trata de asemejarse, de súper conocerse y comunicarse, en el fondo aplastarse. Por eso se confunde intimidad con transparencia, como si mostrarlo todo fuera lo más secreto que uno tiene y el otro pudiera obtenerlo. Cuando eso pasa, las personas se ponen feas, descansan en la idea de contrato, casados o no, suponen garantías y en eso descansan.

Frente a la ansiedad que puede generar el encuentro con otro, siempre han servido las ortopedias líquidas o sólidas, pero están aquellos que renuncian –que cada vez son más- esos que nunca llegan a la fiesta es decir al acontecimiento social-sexual, esos que quedan alcoholizados en el camino; esos que nunca llegan, nunca entendieron que se trataba de una previa. Pero también están los que no llegan – aunque con argumentos que nadie reclama- porque al otro día deben ir al cerro (o a lanzarse de cual o tal artilugio) SOLOS. El mal de hoy: sin duda la soledad y el pánico.

Estar con otro es duro, pero eso no significa que sea mejor jugar al muerto en la coartada del goce solitario, en esa fashion masturbación compulsiva. El encuentro con otro es un fracaso garantizado, pero eso no quiere decir que no podamos dar y recibir. Como decía Paul Verghaeghe, el amor es como pedir que nos rasquen la espalda: el otro nunca le achunta, pero tampoco nos podemos rascar solos.

miércoles, 20 de octubre de 2010

LOS AMARGADOS DE SIEMPRE

Luego de un gran desastre se necesitan relatos. Para seguir adelante es necesario recubrir el estrago con sentidos. Por ejemplo, cuando alguien muere, sus cercanos tienden a buscar explicaciones, detalles; incluso por muy racional que sea el deudo, aparecen las siempre paranormales coincidencias: justo cuando se murió se me cayó la foto…


Nuestras verdades tienen estructura de ficción, es decir narramos nuestra historia como un cuento: hay escenas, un recorte temporal, performance, algunos son siempre víctimas, otros son siempre top (se han fijado que graciosas son esas familias donde todos son top, generalmente familias de médicos y abogados; bueno siempre hay algún hijo que lo pasa pésimo con eso).

Como decía Foucault, más que buscar la verdad de nuestro pasado, se trata de buscar el pasado de nuestras verdades. Es decir de dónde salió el cuento, que para bien y muchas veces para mal, sostiene parte de nuestra existencia. En esa arqueología siempre encontraremos juegos de interés y conveniencias, por cierto, no necesariamente conscientes.

Hay versiones que deben caer muchas veces para liberar a un sujeto, como por ejemplo, lealtades familiares basadas en deudas afectivas ridículas, que generalmente tapan la mediocridad de los padres (aunque no hay nada de malo con ser mediocre, la idea de ser siempre superior es ideológica). Por eso no hacemos hipnosis, ni ninguna patraña catártica que suponga que hay que sacar una verdad oculta. Lo que hacemos es dar la posibilidad de cambiar el pasado – Sí se puede! sin electrodos ni máquinas cibernéticas- cuestionando ciertas verdades, posibilitando crear otro destino.

En lo social ocurre lo mismo desde que existe la historia. La cinematografía -nuestra máquina de ficción por excelencia- hoy es a escala real. La potencia del imperio de lo “Reality”, nos cautiva (en el sentido de seducción y de apresar) shows, documentales, guerras en tiempo real. “Realidad” que se vende como un producto, obviamente debiendo cumplir con los estándares de un producto vendible.

El episodio de los mineros es una tragedia o una proeza? Son héroes o víctimas? Esto nos hace ser un país del primer mundo o deja en evidencia la desigualdad y la ambición? Este es un gobierno competente técnicamente o políticamente? Pensar en una versión u otra qué consecuencias tiene?

Preguntas que a muchos les surgen a partir del video clip épico que presenciamos hace algunos días. Estos “muchos” han sido nombrados como los amargados de siempre, los que reclaman desde el escritorio. Creo que soy de estos, suelo no identificarme a la verdad boba del pensamiento convergente, de los dicen que todo está bien desde el escritorio. Ser amargado no es tan malo si permite reflexionar con otros, pensar en las condiciones de existencia propias y de los demás. A mí me permite escribir, me permite crear y buscar algo siempre mejor.

miércoles, 13 de octubre de 2010

LA DICTADURA DEL SEXO


Hoy la erótica está modelada por la ciencia. Las personas buscan que se les explique cómo amar. Así como el lugar antiguo de la religión, hoy encontramos casi cada semana algún reportaje dictaminando acerca de los avatares de lo amoroso.

Lo particular de lo contemporáneo es que ya no se trata sólo de un tema de preocupación de revista femenina, sino que de publicaciones “solemnes” y de aspiración científica. Nos enrostran estudios llenos de estándares: la frecuencia, cuanto durar, los rasgos que hacen más atractivos a un espécimen sobre otro, etc. Los técnicos del amor –quienes mientras más monos incluyan en sus estudios mejor (alguien decía por ahí, quizás para justificar su propia vida sexual) –van estableciendo marcas, como por ejemplo la obsesión que apareció hace algunos años por buscar el “punto G”, ahora surge la eyaculación femenina como nuevo goal (no sabía? Sí entérese, ahora tiene un nuevo reto).

Desde otro frente, las revistas femeninas –sobre la idea de una nueva mujer libre- invitan a la sexualidad tántrica, holística, cuántica… promocionando juguetes sexuales de diseño para llevar en la cartera por si a una le baja la calentura por ahí. Angustiando a cuanta fémina que con su libido por el suelo se siente culpable y frígida.

Discursos que obligan -sin ser represivos- desde la figura del “descubrimiento científico” en el primer caso y desde la “vanguardia” en el segundo. Ambas sostienen que ahora sí que sí- bajo la bandera de la secularización y liberación- es posible gozar plenamente de lo sexual y entenderse con otro. Este proyecto sería viable gracias a la sexualidad técnica: terapias de pareja, programas para aprender a tocarse, viagra, cursos de seducción, comunicación efectiva, artefactos de ortopedia sexual, educación sexual, consejillos por aquí y por allá.

Sin embargo, nos encontramos con las impotencias selectivas (a veces sí a veces no), las eyaculaciones precoces, la falta de deseo sexual, las ansiedades a la orden del día; asimismo en el terreno de la pareja las mismas dificultades de siempre: aburrimiento, infidelidad, exceso de alcohol o derivados (generalmente en el hombre), falta de deseo (generalmente en la mujer).

Por qué tanto fracaso con tanta tecnología de punta? Primero, porque no consideran el problema del deseo, ese que enreda y hace que las cosas no coincidan: mirar a la mujer del vecino, mujeres que gozan sólo si son maltratadas un poco, los que gozan sólo en lo prohibido, etc. Sin este ingrediente, hasta la más sofisticada erótica se torna mecánica y matapasiones; por eso aún funciona más una enfermera con mini y sucios pensamientos que un señor de delantal blanco explicando siúticamente como se debe tocar a la pareja (que horror ¡). Segundo, porque se trata de un proyecto masculino, paradójicamente publicitado en revistas femeninas- en tanto se propone un sólo goce: el fálico. Ese que lleva a competir por quien hace una mejor performance, ese goce que se puede medir (en un orgasmo), ese que hace que uno se represente en ser un ganador o un patético looser.

Es frente a esto donde el psicoanálisis sigue clamando: no hay relación sexual. Que significa esto? algo así como que en el terreno del goce y del amor hay un impasse permanente. Lo que no significa que haya que renunciar, sino que vivirlo con menos presión e idealización.

Lamentablemente mi querido oficio no tiene colores hollywoodenses. El gran ganador de la jornada es la publicidad, quien inteligentemente ofrece algo sumamente atractivo: goce con su objeto, goce sólo y prescinda del desagradable problema de la relación con otro. Sigo con esto en “AMOR EN LOS TIEMPOS DEL RAVOTRIL” (próximo post)

jueves, 30 de septiembre de 2010

DISCRIMINACIÓN CORTÉS



Me demoré en entender porque me ha costado tanto tomar posición en el actual conflicto mapuche. Desde mi posición política y ética no tengo dudas respecto de ponerme del lado de lo vulnerado; sin embargo en esta oportunidad algo me ha llevado a resistirme a tomar una defensa pública tan apresurada. En cualquier foro al respecto, aparece un discurso (a veces más o menos argumentado) de defensa efervescente por la causa y cualquiera que cuestione algo es apabullado ferozmente. Me di cuenta de que hay algo forzoso, como políticamente correcto en la defensa de esta causa. Y lo políticamente correcto siempre me ha parecido sospechoso.
Una columna de Carlos Peña (http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2010/09/26/el-conflicto-chilenomapuche.asp)me da una clave: el oficialismo discursivo puntúa el texto como "el problema mapuche" y no como el problema "chileno-mapuche", es decir el problema es unilateral. Como aquellos padres autoritarios, fagocitadores y ciegos que llevan a sus hijos al psicólogo argumentando que éstos tiene un problema. Probablemente lo tienen, pero ellos tienen todo que ver. No hacerse parte del problema lleva a no reconocer al otro como un igual en términos de derecho. Como el padre que dice ayudar al hijo porque lo quiere, pero muchas veces lo hace porque lo encuentra desadaptado e imbécil.
El reconocimiento del otro genera la tensión de la diferencia, la discusión, la pérdida de referencias a veces; cuestión angustiante pero movilizadora. Resulta mucho más angustiante - al menos para un lado- el no ser reconocido. Si lo hegemónico (sea la ideología económica, el religión, el padre que se las sabe todas) arrasa con la diferencia, ésta grita, chilla ya que no tiene palabras en las cuales representarse. Grita y se atrinchera en un nombre propio, nombre que le permite sostener cierta singularidad (por ejemplo, alguna de las llamadas "minorías"). Como cuando alguien se siente amenazado por los abundantes sabelotodo, uno se ve convocado a diferenciarse con alguna etiqueta.
No resulta extraño que justo cuando a Fukuyama se le ocurre que a partir de la caída del comunismo soviético se acaba la historia, es decir las tensiones que generan revolución, aparezcan los estallidos fundamentalistas. Estallidos disidentes frente a a la homogenizaciòn de la globalización del mercado. En la clínica a los que hacen estallidos se les llama borderline, nombre que desde la ciencia de la salud mental sirve para reducir el mensaje contenido en el grito. La medicina que opera desde una ideología- lejos de tratarse de una ciencia de expertos neutrales- anula, cual ley antiterrorista, el derecho de estos sujetos de ser escuchados dignamente: "Hay que medicarlo de por vida".
Así, resulta fácil caer en una especie de paternalismo, que se asume protector y preocupado pero que aplasta al otro, de ahí al estallido no hay más que un paso. La preocupación "políticamente correcta" resulta una discriminación cortés y elegante, que no le da dignidad al otro. Zizec plantea que no existe racismo realmente cuando se puede bromear con otro sobre su raza, religión, condición, etc sin que nadie se sienta atacado; mientras que ese cuidado político por no ofender a las llamadas "minorías" (por cierto,etiqueta que le da más poder a la llamada mayoría) también inferioriza bajo la sonrisa de las buenas intenciones.

Por último, me pregunto entonces si la modificación a la ley antiterrorista del gobierno - oportunista o no- resuelve realmente el problema, me parece que no. Los huelguistas tildados de intransigentes por el gobierno, quizás lo son en el sentido de rechazar ser definidos como el niño problema al que hay que darle un chocolate para calmarlo. Rechazar ese lugar abre la posibilidad de exigir un diálogo entre partes que están a la misma altura.

jueves, 23 de septiembre de 2010

De Putas y madres I: La mirada del lobo


Poco queda de la mujer fatal, esa retratada tantas veces en el arte. Aquella mujer misteriosa, seductora que puede hacer claudicar a cualquier héroe. Mujer siempre extranjera, en tanto desconocida, ominosa; fatal en tanto siempre pertenece a Otro (o bien, nunca pertenece a quien quiera poseerla) invitando a transgredir lo prohibido, por supuesto elevando el deseo a las nubes. Poco queda de ella, ha sido más bien sustituida por otra figura: “la modelo” y todas sus variantes. Mujeres, éstas últimas, de pura superficie, sin enigma, sin transgresión. Kant señalaba que lo bello inspiraba una tranquila contemplación, mientras que lo sublime evoca ese extraño placer que conlleva temor. La modelo, mujer bella muestra sin censura su cuerpo y su intimidad, con la idea de que eso es todo, no hay enigma, no hay engaño, no hay amenaza para nadie; en fin mujeres diseñadas por hombres: demasiado domesticadas.
La historia ha sido escrita en masculino, en su lógica falocéntrica, llena de solemnidad, insignias y héroes (lea por favor la alegoría a lo heroico que hace el Sr. Piñera en la edición del 12 de Septiembre de la revista Que Pasa). Lo femenino por su parte, siempre insolente con la seriedad masculina, desde la disidencia puede embaucar, ridiculizar el templo de lo fálico; en el fondo es una posición arriesgada , en tanto no hay nada que perder (a diferencia de lo masculino que está siempre embarazado, complicado con el tener).

Esa parte disidente que puede habitar en lo femenino – por cierto, como todo lo disidente- es callada ya que amenaza. Históricamente ese femenino ha sido castigado (en la literatura son esas que siempre terminan mal, con un castigo ejemplificador), encerradas, acusadas de locas, de brujas, de putas ante el más mínimo impasse; todos nombres que capturan su diferencia. Hoy a lo disidente se le aplica la ley antiterrorista, quizás no es tan distinto a lo que ocurre en lo privado de un femicidio: lo que se quiere eliminar es el terror que la alteridad de una mujer conlleva; si al final de cuentas se mata a una mujer cuando no se puede poseer.
Un amigo le llama graciosamente “la mirada del lobo”, a aquellas féminas que generan desconfianza, de las que nunca se sabe bien que quieren. Muchos escapan o bien se encargan de apagarlas, convirtiéndolas en damas virginales a quien proteger, en mejores amigas o se las degrada acusándolas con demasiada facilidad de putas, maracas, etc. Debo decir que les ocurre incluso a aquellos que se sienten progresistas. Muchas veces son las propias mujeres quienes borran su mirada del lobo, ya sea compitiendo con lo masculino, o bien volviéndose demasiado predecibles, demasiado legítimas.
Todas cobardías frente al vértigo del goce.
Si usted es un poco loca, no renuncie, no acuda tan rápidamente a la farmacia.

jueves, 9 de septiembre de 2010

neuróticos, zen y la ideología


Hace algunas semanas una revista femenina -es decir de construcción de un determinado femenino- publicó una edición sobre lo que sería “la vida buena”. Es siempre interesante analizar las producciones de verdad que estas inocentes publicaciones conllevan. De ninguna manera se abre la pregunta respecto de qué sería la vida buena en lo contemporáneo o por lo menos en el marketero concepto del Bicentetenario, abriendo preguntas o algún debate; pues no, ya que eso implicaría hablar de la mala vida, sí esa parte fea que tiene que ver con nuestro padecimiento en el contexto social y en aquel infierno que Sartre nombraba como el de las relaciones con los otros. Por supuesto todas cuestiones que no coinciden con la ética y estética propuesta (incluso impuesta) por la ideología implícita en estos artículos.
Por qué no coincide? Mire alrededor, qué le ofrecen? Qué le dicen? Farmacias en cada esquina; una neurosis cada vez mayor por la “buena comida” (y muy costosa por cierto) que sería esta tendencia a lo macrobiótico, orgánico, cualquier cosa que se acerque a lo “especial” (es fundamental no ser masivo); un imperativo de belleza y de goce, donde quien no es un súper gozador sexual es un trancado, ñoño y looser (cuestión que provoca un nivel de ansiedad y pánico brutal frente a la sexualidad, apareciendo la tentación de goces sustitutos, generalmente químicos); y mi favorito el “Conocerse a sí mismo”. Por supuesto que no se trata de cualquier conocerse, se trata de uno que tiene que ver con elevar el amor propio a las nubes, sentirse especial y bello (por dentro o por fuera) potente y capaz. Desde el psicoanálisis sabemos de la represión de aquellos aspectos que nadie quiere conocer de sí mismo: la parte fea, nuestros excesos, fijaciones (eso que nos deja pegados), limitaciones y vergüenzas, la parte sucia, nuestras contradicciones y lo más pero más atroz nuestra contingencia. Obviamente un estética bien poco comercial.
Mire otra vez. Recuerde las imágenes que ofrecen los centros de salud mental: gente corriendo por campos de margaritas o mirando al cielo con los brazos abiertos como extasiados en una plenitud donde nada importa (en serio eso tiene que ver con la felicidad?, ni siquiera a los cinco años yo me lo imaginaba así, es más, creo que a esa edad mi paraíso era hacer sufrir a mi hermano menor). Recuerde lo que ofrecen los cursos de superación personal de corte oriental importado: algo así como despréndase de las banalidades y bajezas de lo mundano, pero…así será exitoso en los negocios.
No es nada raro el auge de este estilo y terapéutica de corte oriental que nos invade, ya que su versión occidentalizada coincide plenamente con la ideología oficial: una lógica de desprendimiento que facilita - al igual que la farmacopea (porque aunque parezcan contrarias operan del mismo modo)- tolerar el mundo sin afectarnos más de la cuenta. Es decir, anular justamente el malestar, que tanto en lo psíquico como en lo social, es agente de subversión, de cambio. Esta posición de neurótico elevado, conlleva una subjetividad domesticada hiperadaptada (Sí, lo lamento…nada de especial).
Usos farsantes de terapéuticas y religiones. Como dice Makisa: la conciencia no es cuestión de mística.

lunes, 23 de agosto de 2010

23 BOMBAS, 33 MINEROS,UN GRAN MALESTAR EN LA CULTURA


A propósito del llamado caso bombas me pregunto cuáles son las referencias de quienes, con mucha soltura, han tildado de ideas trasnochadas aquellas que convocan a este grupo de personas formalizadas. Me pregunto qué pensaría Chomsky, Saramago, Hopenhayn, Lipovetsky, sólo por dar algunos nombres conocidos.
Serán ideas trasnochadas seguramente para la miopía tecnocrática que supone que el progreso son las carreteras, los iphone, la clonación, la psicofarmacología, quizás toda aquella sociabilidad y espiritualidad fútil generada en los tantos dispositivos de encuentros y formación de equipos artificiales.
Me pregunto entonces si a propósito del “accidente”, no tan accidental de la mina San José el discurso apuntará a las culpas políticas de la falta de fiscalización, a la falta de tecnología, a juzgar con las penas del infierno a los negligentes dueños de la mina? Cuestiones todas ciertas pero que no marcan realmente ningún cambio para el futuro.
Existe una diferencia fundamental entre el cambio como revolución y subversión. La revolución es un giro que implica un cambio de centro, otros toman el poder, pero éste último queda intacto. Cambian los nombres, los colores (ahora ya ni siquiera cambian, el rojo se prostituyó), pero la estructura de la escena es la misma: el poder representativo, el silencio ciudadano, criminalización de la disidencia, consumidores más que sujetos de deseo. Dictadura de una particular felicidad obligatoria y autista que el mercado promueve; desde el mall hasta las farmacias se nos guiña el ojo prometiéndose paz y prosperidad. Desde esta óptica no es difícil comprender porque la concertación pasó a ser oposición en las últimas elecciones: no se diferenció, no creó cultura propia.
Otra cosa es la subversión (palabra difamada injustamente por la ideología). Acá se trata de descentrar, de cambiar los términos y definiciones que parecen obvias pero no lo son: resultan ser construcciones que ocultan ideología y relaciones de poder. Aquellos que se resisten consciente e inconscientemente a las tecnologías de sociabilidad e imperativos de felicidad, aquellos cuyos deseos no se domestican son la pulga en el oído del sistema. El malestar en la cultura que no cesa, encuentra siempre algún modo de expresión, irrumpe, revuelve el gallinero, descoloca. Desde lo social a algunos se les llama terroristas o marginales, desde algunos sectores de mi disciplina se les llama “sujetos resistentes al tratamiento” o borderline; quienes no nombramos desde esas categorizaciones sabemos que hay algo que escuchar ahí. Desde el oficialismo discursivo siempre se intentará encontrar una categoría que anule cualquier mensaje que nos interrogue, de allí que es mejor vender poleras del Che Guevara en Falabella o repartir Ravotriles a diestra y siniestra antes que las cosas se tornen ominosas y aparezcan aires de cambio.
Espero que no quede sólo en el trasnoche lo que lo acontecido a los 33 mineros viene a interpelarnos: la injusticia, la desigualdad, la ambición y explotación. Espero que el discurso no gire y se enquiste como ocurrió con el terremoto (tremenda irrupción que nos dejó por momentos desnudos de sentidos) en seminarios sobre cómo enfrentar catástrofes, aplicando toda la tecnología de la emergencia y accidentalidad. Sabemos que esto es más que un accidente.
Espero también que no se criminalice a estos grupos de resistencia, que la siútica Pilar Sordo no escriba sobre las “bombas del alma” y que las bombas pasen a ser palabras, palabras que sí subviertan nuestras prácticas.
Por último debo decir que si seguir insistiendo en la idea de la realidad histórica del capitalismo como contingencia y el deseo de interrogar las contradicciones que por estructura dejan al margen de la integración siempre a los mismos, significa tener ideas trasnochadas; bueno sí creo entonces que estoy en ese exquisito borde entre el día y la noche.

martes, 27 de julio de 2010

SER BUENO


Que fascinante película “Un hombre serio” de los hermanos Coen. El personaje principal es un profesor de física serio, decente, honrado…bueno. Sin embargo va desmoronándose en la medida en que va sufriendo una especie de racha de “mala suerte”, volcándose a buscar respuestas “divinas” que expliquen el sentido de por qué a un “bueno” le suceden tales cosas. Busca respuestas en tres rabinos quienes no le dan nada más que una cuota mayor de angustia.
Este buen hombre, así como la mayoría de los que se identifican como “buenos”- no quienes reconocen que quieren hacer el “bien” pero se les salen a ratos sus aspiraciones individuales, generándoles los típicos conflictos de intereses (egoísmo, celos, envidia, codicia, rivalidad, etc)- sino que me refiero a esos que realmente se sienten y son reconocidos como “buenos”. Estos últimos coinciden en algo: No hacen nada. Como el personaje de la película, quien se pregunta “por qué a mí?” (por cierto, esta pregunta ya no es tan buena, acaso en el fondo le debería pasar a otro?). Se trata de esa posición subjetiva que supone que ser bueno es portarse bien, algo así como no desear a la mujer del vecino ni el puesto del jefe…al final no desear.
Bondad que oculta pura inhibición neurótica, desear no ser visto ni tomar riesgos. Como Espinita, el más leal de los empleados; quien seguro a la hora de competir por el puesto de su jefe no sería el elegido. Sujetos como el buen hombre de la película que son dejados por su mujer para quedarse con algún narciso algo “chanta”, y luego la típica queja: “a las mujeres les gusta que las traten mal”. En defensa de esas mujeres puedo decir que una de las cosas más matapasiones es tener a un partenaire sin decisión, sin pasión.
Si el antihéroe de la película en cuestión dejara de preguntarse el por qué de su mala suerte y más bien se preguntara qué pasa con su libido, con su desear, con decir que no, con sus “malos pensamientos y aspiraciones”, probablemente podría encontrar un lugar de placer en mundo, al menos uno que tenga que ver con su deseo.
Por último, debo decirlo…si su hijo adulto no pololea no es que sea bueno, está inhibido, complicado o deprimido, no le brinde la cobarde coartada del “es un buen hijo”.

domingo, 18 de julio de 2010

EL PEOR TIC DE PIÑERA


El Sr. Piñera se tiende en el diván como siempre apurado, en estado de urgencia.
-Quiero contarle que estoy controlando bastante bien mis tics en público.
-Nunca le dije que los controlara…
-Bueno como sea, me ha vuelto la taquicardia, creo que tiene que ver con lo que mis ineptos asesores comunicacionales han hecho. Mi popularidad baja, mientras que la de…Ud. sabe quien sube y sube, no sé parece que la gente no capta los hechos.
-Hmmm, pero le parece que Ud. podría tener que ver de alguna manera con lo que le pasa?
- Bueno sí, eso que hemos hablado de la espontaneidad… tengo al que se supone es uno de los mejores coach del mundo, pero luego me dicen que se me nota que estoy “coacheado”. No sé, realmente no sé cómo darle en el gusto a todos…
-Quizás ese es el problema.
- Qué me quiere decir? Que quiero caerle bien a todos, que nunca he definido mis lealtades, que quise militar en la DC pero no lo hice porque no me darían cargos de poder? Porque días antes del plebicito hago un asado con Genaro Arriagada y a mis amigos Navarro y Allamand?
-Bueno si usted lo dice…
- Por lo demás lo pasamos estupendamente. Soy un hombre que cree firmemente en el consenso. Yo no me adoctrino con nadie, será porque tengo sangre española e Inca. (Dice algo molesto). Dígame Ud., porque cree que Michelle tiene tanto apoyo, aún cuando no me canso de mostrar sus faltas. Supongo que los psicólogos pueden saber de estas cosas no?
- (Se me viene a la cabeza la paradoja de Zenón: como la tortuga le gana a Aquiles, el de los pies veloces. Pero probablemente no conoce esa referencia). Le pregunto cómo le va con las mujeres.
-De qué está hablando? Eso tiene algo que ver? (Comienzan fuertemente sus movimientos involuntarios)
-Qué le pasa?
-Nada. Bueno, yo estoy felizmente casado, me parece que el matrimonio es la piedra fundamental de la sociedad…
-No le pregunté por la sociedad, tampoco por la madre de sus hijos, sino que por las mujeres.
- Bueno, nunca tuve especial interés en ellas, no sé, me parecen tan impredecibles, caprichosas, de adolescente me provocaban inseguridad y algo de angustia, creo que nunca sabía cómo darles en el gusto…
-Ahh, tal como dice que le pasa hoy con la ciudadanía.
- (Se queda pensando). Parece que ni los mejores asesores comunicacionales pueden con esto: parece que la opinión pública es incontrolable y caprichosa.
- (Pienso en silencio: por supuesto si su coach y asesores son hombres, probablemente no entiendan nada de lo que en los humanos no es controlable por medio de la razón, justamente su deseo). Recuerda esa película francesa de comienzos de los años sesenta, “Zazie en el metro”. Le pregunto.
- Sí claro, me encanta el cine el francés…esa de la niña que sale a pasear con su tío por París, él le muestra todos los monumentos emblemáticos de la ciudad y ella lo ridiculiza repitiendo incesantemente que nada de eso le interesa…
- Que le importa “un culo”. Hago la precisión.
-Quizás a la ciudadanía le importan “un culo” los hechos con los que insisto en develar del ex gobierno.
-Hmm…serán los hechos los que importan un culo?, podría estar subestimando a la ciudadanía. No será que así como Zazie ridiculiza a su tío Ud. queda en esa posición porque está demasiado preocupado de mostrarse como el que sabe de los “monumentos emblemáticos”. A Zazie esa demostración de saber, de poder y de competencia le parece ridícula…
-…A veces tengo la sensación…
-(por fin habla de sensaciones sin que su coach se lo haya sugerido)
-…de que intento mostrar mi competencia a un gran observador, como si fuera una perfomance, como si tuviera el deber de ser un gran hombre.
-Se da cuenta que compite con la ex presidenta como si ella quisiera ser un gran hombre, un héroe.
-Hmmm, …parece que ella sería más bien Zazie, será por eso que gana?.
- (Por eso la tortuga le gana a Aquiles). Lo dejamos hasta aquí por hoy.

Nueva URL

Desde ahora la dirección del blog es psicoanalisisylaciudad.blogspot.com

lunes, 5 de julio de 2010

Transparencias que aburren


Se tiende a confundir transparencia con intimidad. Muchas son las parejas que suponen que tener una “muy buena relación” implica contarse todo, confiar “a ojos cerrados” en el otro, conocerse por completo. Contrariamente a lo que podría pensarse, son estas parejas las que suelen sufrir una profunda deserotización en su relación. Incluso se vuelven a enganchar cuando se enteran de alguna infidelidad, aunque sea de pensamiento; en el fondo cuando se encuentran con algo que no conocían de su partenaire. Siempre se me vienen a la cabeza esas parejas que terminan pareciéndose, como eso turistas gordos en que ambos llevan poleras “I Love Miami”; quienes quizás saben demasiado el uno del otro, disfrutando más bien cada uno en su goce solitario ya sea con su comida o su máquina de fotos, por cierto no en el sexo.

En la absoluta transparencia ocurre que nada histeriza: es decir nada prende el deseo del otro. Así como cuando niños le decíamos a los demás que guardábamos un secreto, aunque este no tuviera ninguna importancia, llevaba a que todos quedaran pendientes. Ese misterio, ese tener algo que el otro no sabe de mí, genera deseo.
Algunos hablan de la “tiranía de la transparencia” fácilmente observable en los formatos televisivos como los reality shows, o la exposición actual de los cuerpos, donde la tendencia es mostrar todo. Como si eso significara éticamente no ocultar nada, como si fuera un valor, como si eso fuera la intimidad. Pero por el contrario, como podría ocurrirle a un ginecólogo (espero que así sea! ) el bombardeo diario de traseros y pechugas se transforma en partes sin sentido, deserotizadas. Cuerpo iguales, que no sugieren un más allá, un secretito que ir a buscar. Por eso las kenitas, las arenitas, etc se ponen feas para sus espectadores, agotan, aburren; pareciera que lo que vende después de un tiempo no son sus cuerpos sino que sus aventuras y sobretodo sus desgracias.

La intimidad está lejos de este tipo de transparencia, esa de cada uno y la que se puede construir con otro, esa que marca un lugar privilegiado y reservado que, como diría Freud, puede elevar la libido hacia lo alto.

La transparencia mejor dejársela a la política.

martes, 22 de junio de 2010

Yo defiendo a Fulvio



Algo a destiempo - pero bueno, como sabemos en mi profesión, cada uno con sus tiempos- tengo este irrefrenable deseo de defender al pobre Fulvio sometido al escarnio público.
Debo reconocer que siento algo de pudor en este ejercicio de defensa ya que se articuló un discurso oficial frente a su última disputa política-amorosa. Este oficialismo discursivo propone como obviedad que Carolina debía dejar a su partenaire por histérico y traidor, asumiendo que es ella quien tiene, no sólo más trayectoria política, sino que también – y esto es fundamental- más proyección en la administración pública. De este modo, ella debía renunciar a su relación de pareja para privilegiar su profesión.
Ahora, las obviedades siempre son peligrosas ya que ocultan posiciones ideológicas que no se interrogan. Intentaré cuestionar algunas que me parecen estar implícitas en este discurso.
Qué es lo que aquí está en juego? el poder por supuesto, pero me refiero al poder fálico, a eso que nadie tiene pero que todos buscan. Eso que en aquellos momentos de inseguridad aseguramos que es el otro quien tiene eso que nosotros no: “ella es más bonita que yo..” “él sabe más que yo”. Se puede jugar a tener este poder y proyectar seguridad. Esa es la posición de Carolina, por ahí la definían como el prototipo de mujer progresista de pelo corto, aquella mujer fálica que se muestra segura e inteligente. Fulvio por su parte, podría representar al hombre posmoderno, histérico: bello, no tan inteligente y por alguna razón a ratos se duda de su masculinidad. Desde lo social, que ama lo fálico, obviamente se aplaude a este tipo de mujer, y se ridiculiza a estos machos de capa caída. Por qué es tan obvio que alguien debe privilegiar su carrera profesional antes que su relación de pareja? Pero ser una mujer fálica tiene sus presiones, ser ultra competente y competitiva, segura, autosuficiente, dejando el yoga como espacio para su feminidad. Decir que una mujer debe privilegiar su carrera es tan autoritario y machista como decir que debe quedarse en la cocina. Lo que se defiende es una lógica masculina, fácilmente graficable en la escena de los hombres obsesionados en el baño por medirse sus genitales. Lacan le llamó a esto ni más ni menos que GOCE IDIOTA.
Lo más idiota de esta lógica es que como nadie realmente tiene el falo, siempre está el supuesto de que es otro quien lo tiene, de allí la maldición neurótica de estar permanentemente dándole el poder a otros (típicamente figuras que nos inhiben). Entonces, en esta historia quién lo tiene? Parece que papá Lagos, quien puede con su fálica varita mágica darle el poder a quien estime conveniente. Parece que le tocó a ella, se decidió que ella era la del futuro, como el padre que da preferencia a uno de sus hijos. De esto es de lo que se queja Fulvio, y tiene razón en este sentido, no fue el elegido. Por eso lo defiendo, como la tía buena que se da cuenta de esta injusticia.
Lo lamentable es la posición subjetiva que se devela de nuestros representantes públicos: como niños peleándose la espada mágica… pobres, siguen creyendo que existen los dinosaurios. Por fortuna, algunos sabemos que ya se extinguieron.

martes, 16 de febrero de 2010

NO ME DEJAN CRECER


Leí que un libro llamado “no quiero crecer” se convirtió en todo un hit, honestamente no lo he leído – no sé por qué pero como que los psicólogos tendemos a no leer a nuestros compatriotas, en fin… El punto, es que me llevó a pensar más allá de los sobrevalorados arículos sobre la denominada generación canguro (siempre se escoge alguna especie animal para explicar científicamente algún comportamiento humano, en este caso lo “mamón”) donde las explaciones tienden a centrarse en la supuesta comodidad de los jóvenes de hoy, es decir sería por una razón de tono agradable el algunos se demoren en partir del nido.
No sé, si este discurso se habrá masificado, ya que los psicólogos en la práctica clínica nos encontramos no pocas veces con estas respuestas, aunque al avanzar algo más aparecen razones en absolutas voluntarias, conscientes y menos aún placenteras.
Muchas veces estos jóvenes que se supone no quieren abandonar la familia de origen, más bien no son dejados, en tanto responden a códigos implícitos de lealtad familiar. Por ejemplo, jóvenes que fracasan en lo académico y laboral (resaltando el problema en ellos, este sería como el diagnóstico explícito) encontramos que tienen por ejemplo un padre excesivamente narciso, quedando éste último como el único “capaz” de la familia; y aún peor siendo admirado por esos hijos a quienes humilla. Escuchamos en esos casos “nunca será como el padre, es que el padre es un genio”, “este hijo nunca se podrá hacer cargo de la empresa” (cunando en el fondo este padre no quiere ser reemplazado). Otro ejemplo, son esos jóvenes que sufren de una desmotivación crónica; encontrándonos que muchas veces resultan ser fervientes compañeros de alguna madre depresiva no asumida. En este sentido, si este joven hiciera algo con su vida esa madre quedaría sola. En esta línea tenemos a quienes no dejan el hogar porque inconscientemente saben que si no están, los padres se encontrarían con el peor de los desencuentros entre ellos (parejas donde hace ya mucho tiempo no pasaba nada, nada más que preocuparse de un hijo que “no quiere crecer”). Cuántos se enferman o se inhabilitan de diversas formas, finalmente para distraer (incosncientemente) a padres que sólo se representan en lo parental ya que han fracasado en otros ámbitos? O que no quieren asumir que han envejecido y que no son necesarios de la misma manera? Otros tantos fracasan en su vida amorosa por no destituir ni a su madre ni a su padre, dependiendo cada caso. Son conocidos casos donde personas de ya avanzada edad – al menos cronológica – pueden emparejarse luego de que sus padres fallecen.
Freud lo decía en “Los que fracasan cuando triunfan”: aquella lealtad neurótica al padre, que impide ser mejor que él. Tendencia que se expresa en esos boicots justo al final de la carrera, a pasos del triunfo, satisfacción, libertad. Vocación de segundón que no nos permite asumir un deseo decidido.
De ahí que el llamado es a quienes se sientan estancados, inhabilitados de llevar un propio camino, ver criticamente a sus familias- ejercicio que puede dar mucho miedo, pero que los adolescentes conocen bien y que saben que no por eso se cuestiona el amor- revisando quizás que inecesaria lealtad están cargando.
No podemos obviar también el llamado a los padres a aceptar que amar a los hijos significa poder soltarlos, permitirles que puedan crear su propia historia sin esperar tener un papel protagónico: los papeles secundarios también son importantes y además dejan espacio para interpretar otros roles.