sábado, 14 de abril de 2012

DESOLACIÓN





Desterrado, nadie te quiso jamás, desterrado!,desterrado!,desterrado!, entristecido con el dolor de todas, todas, todas las tristezas, haz andado errabundo con tus manos cargadas de lamentables afectos lamentables, por encima de los cementerios, a la vera de las abandonadas ciudades, las abandonadas ciudades y las casas vacías, el más triste de todos los símbolos, y nunca, nunca, nunca, nunca, nunca te dijeron : “amigo”, Satanás.
Pablo De Rokha




La angustia duele. Carcome el cuerpo al punto de querer arrancar-se. Un trozo a veces. Desfigura, como un grito que excede la contención natural de las comisuras de la boca.

Habita el cuerpo, desterrando a quien podía decir algo desde esa morada. A pesar de que siempre es más fácil suponer que algo falta, sería más preciso decir que algo sobra.

Sobra: exceso y desecho.

La angustia a veces es el producto devastador tras el padecimiento de una pasión profunda. Cuando se trata de la pasión como deseo de poseer un objeto único.
Fijación que lleva a dislocarse del movimiento del planeta al que una vez uno perteneció. Pasión: padecimiento, pasivo, ser ocupado. Eso sobra.

Sobra la euforia cuando es patéticamente buscada, la fiesta permanente, sobra la compulsión al fin y al cabo. Lo compulsivo, como aquella búsqueda de la inmediatez de una satisfacción, repetitivo a muerte porque no se logra más que un instante que nunca alcanza. Y vuelve la angustia como una resaca de mañana de domingo, permanente (así imagino el infierno).

Sobra violencia. Esa violencia, que se justifica con culpas ajenas, con maldiciones de dioses, o políticos rancios. Pero hay violencias que vienen de adentro. Por eso se las busca, apasionan. Y te arremecen, y te rompen. Y te cambian para siempre, para volver igual. Hasta la tristeza.

La Violeta (la mía, por cierto) dice que se trata de una metodología. Una que lleva a recrear una escena para salir trasquilado. Una que lleva a perderlo todo, vía la violencia que obliga. A perder, aunque sea de la peor forma. Insisto, porque en la angustia sobra algo.

Así desde lo devastado, desde el vacío reunir los fragmentos, una creación posible.
Lo desolado es el exilio del territorio. Si la angustia en la desolación enmudece y se toma el cuerpo, es porque se trata del destierro del territorio de la palabra. Sobrar. No encontrar un lugar en el mundo donde alojar sin miedo a desvanecerse. Sin miedo a la muerte.

En cada encuentro con la desolación – devastación que nos arroja a la mudez de la angustia- actualizamos a ese Otro que no hizo lugar a nuestra palabra propia, porque no le hicimos falta. Como en el rechazo amoroso, como en el rechazo social: cuando no hacemos falta sobramos, somos desecho. Colgamos de unos hilos sin dueño. Desamparo.

El problema es que calculamos que se trata de llenar algo que falta, de completar- cuestión que es promovida por el discurso del Mercado: alcanzar Toda la satisfacción. Pero si hay algo que falta en la desolación no es la orientación del sol, que puede encandilar demasiado. Es quizás algo más parecido a luz del ocaso que marca un límite, una diferencia que permite ubicar distintos momentos, donde hay espacio para prender y apagar luces, cuestión que corre en la propia cuenta. Un lugar para existir. En la angustia lo que falta es la falta: espacio necesario para tener un lugar singular.

De ahí que el exceso no se combata con políticas de Tolerancias Cero, ni con la saturación contemporánea de soluciones versátiles para la vida moderna. Estas modalidades llevan a que sobre la pastilla y falte la creación. Crear algo nuevo es abrirse un espacio fuera del cuerpo con algo propio. Excederme pero sin exceso.
Des-ocuparse para que salgan los fantasmas. Que en mi caso tenían tomado el cuarto de la siesta infantil, lugar obligado después del Festival de la Una, lugar demasiado oscuro. Miedo. No poder dormir, desear dormir como sea. Sin lugar para alojar-me.

En la desolación no queda más que re-unirse en el espasmo sin Otro. Pero no sin otros, que acompañen, que acojan que escuchen, aunque sea parcialmente. Tocar el vacío sin la violencia de la metodología, sin saturación. Lugar que no promete la satisfacción del Todo pero que da lugar a lo nuevo.

Vale la pena recordar que si al borde de la muerte se puede respirar un instante más, es porque se puede sobrevivir. Como decía la nunca bien ponderada Scarlett O’ Hara: mañana será otro día.

5 comentarios:

  1. Muy elocuente, como siempre, pero además: brillante, conmoverdor. Casi me hacés llorar, Constanza. Gracias.

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  2. Inspiradora como siempre,Shanztanz. Saludos

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  3. Bien bonita esa desesperación tan razonable y amable! Yo tambien... o yo tampoco! Salucita buena para tí!

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  4. Qué querrá decir: "En la desolación no queda más que re-unirse en el espasmo sin Otro". Es como que no quedara sino constatar la ausencia y hacer esa experiencia -de la ausencia del otro- el comienzo de ese "re-unirse". Pero después dice: "Pero no sin otros". Habrá posibilidad de "superar" -no sé si sea esa la expresión correcta- la angustia deliberativamente. O se trata solo de resistir. Y esperar que pase, no más. Y seguir. Y así. Me refiero a la fuerza en ánimo de un argumento. (Y literariamente, el texto es precioso). Grcs!.

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  5. La pulsión de la muerte, la insoportable levedad del ser, no? estoy encantada con tus columnas y reflexiones. un cordial saludo.

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