martes, 27 de julio de 2010

SER BUENO


Que fascinante película “Un hombre serio” de los hermanos Coen. El personaje principal es un profesor de física serio, decente, honrado…bueno. Sin embargo va desmoronándose en la medida en que va sufriendo una especie de racha de “mala suerte”, volcándose a buscar respuestas “divinas” que expliquen el sentido de por qué a un “bueno” le suceden tales cosas. Busca respuestas en tres rabinos quienes no le dan nada más que una cuota mayor de angustia.
Este buen hombre, así como la mayoría de los que se identifican como “buenos”- no quienes reconocen que quieren hacer el “bien” pero se les salen a ratos sus aspiraciones individuales, generándoles los típicos conflictos de intereses (egoísmo, celos, envidia, codicia, rivalidad, etc)- sino que me refiero a esos que realmente se sienten y son reconocidos como “buenos”. Estos últimos coinciden en algo: No hacen nada. Como el personaje de la película, quien se pregunta “por qué a mí?” (por cierto, esta pregunta ya no es tan buena, acaso en el fondo le debería pasar a otro?). Se trata de esa posición subjetiva que supone que ser bueno es portarse bien, algo así como no desear a la mujer del vecino ni el puesto del jefe…al final no desear.
Bondad que oculta pura inhibición neurótica, desear no ser visto ni tomar riesgos. Como Espinita, el más leal de los empleados; quien seguro a la hora de competir por el puesto de su jefe no sería el elegido. Sujetos como el buen hombre de la película que son dejados por su mujer para quedarse con algún narciso algo “chanta”, y luego la típica queja: “a las mujeres les gusta que las traten mal”. En defensa de esas mujeres puedo decir que una de las cosas más matapasiones es tener a un partenaire sin decisión, sin pasión.
Si el antihéroe de la película en cuestión dejara de preguntarse el por qué de su mala suerte y más bien se preguntara qué pasa con su libido, con su desear, con decir que no, con sus “malos pensamientos y aspiraciones”, probablemente podría encontrar un lugar de placer en mundo, al menos uno que tenga que ver con su deseo.
Por último, debo decirlo…si su hijo adulto no pololea no es que sea bueno, está inhibido, complicado o deprimido, no le brinde la cobarde coartada del “es un buen hijo”.

domingo, 18 de julio de 2010

EL PEOR TIC DE PIÑERA


El Sr. Piñera se tiende en el diván como siempre apurado, en estado de urgencia.
-Quiero contarle que estoy controlando bastante bien mis tics en público.
-Nunca le dije que los controlara…
-Bueno como sea, me ha vuelto la taquicardia, creo que tiene que ver con lo que mis ineptos asesores comunicacionales han hecho. Mi popularidad baja, mientras que la de…Ud. sabe quien sube y sube, no sé parece que la gente no capta los hechos.
-Hmmm, pero le parece que Ud. podría tener que ver de alguna manera con lo que le pasa?
- Bueno sí, eso que hemos hablado de la espontaneidad… tengo al que se supone es uno de los mejores coach del mundo, pero luego me dicen que se me nota que estoy “coacheado”. No sé, realmente no sé cómo darle en el gusto a todos…
-Quizás ese es el problema.
- Qué me quiere decir? Que quiero caerle bien a todos, que nunca he definido mis lealtades, que quise militar en la DC pero no lo hice porque no me darían cargos de poder? Porque días antes del plebicito hago un asado con Genaro Arriagada y a mis amigos Navarro y Allamand?
-Bueno si usted lo dice…
- Por lo demás lo pasamos estupendamente. Soy un hombre que cree firmemente en el consenso. Yo no me adoctrino con nadie, será porque tengo sangre española e Inca. (Dice algo molesto). Dígame Ud., porque cree que Michelle tiene tanto apoyo, aún cuando no me canso de mostrar sus faltas. Supongo que los psicólogos pueden saber de estas cosas no?
- (Se me viene a la cabeza la paradoja de Zenón: como la tortuga le gana a Aquiles, el de los pies veloces. Pero probablemente no conoce esa referencia). Le pregunto cómo le va con las mujeres.
-De qué está hablando? Eso tiene algo que ver? (Comienzan fuertemente sus movimientos involuntarios)
-Qué le pasa?
-Nada. Bueno, yo estoy felizmente casado, me parece que el matrimonio es la piedra fundamental de la sociedad…
-No le pregunté por la sociedad, tampoco por la madre de sus hijos, sino que por las mujeres.
- Bueno, nunca tuve especial interés en ellas, no sé, me parecen tan impredecibles, caprichosas, de adolescente me provocaban inseguridad y algo de angustia, creo que nunca sabía cómo darles en el gusto…
-Ahh, tal como dice que le pasa hoy con la ciudadanía.
- (Se queda pensando). Parece que ni los mejores asesores comunicacionales pueden con esto: parece que la opinión pública es incontrolable y caprichosa.
- (Pienso en silencio: por supuesto si su coach y asesores son hombres, probablemente no entiendan nada de lo que en los humanos no es controlable por medio de la razón, justamente su deseo). Recuerda esa película francesa de comienzos de los años sesenta, “Zazie en el metro”. Le pregunto.
- Sí claro, me encanta el cine el francés…esa de la niña que sale a pasear con su tío por París, él le muestra todos los monumentos emblemáticos de la ciudad y ella lo ridiculiza repitiendo incesantemente que nada de eso le interesa…
- Que le importa “un culo”. Hago la precisión.
-Quizás a la ciudadanía le importan “un culo” los hechos con los que insisto en develar del ex gobierno.
-Hmm…serán los hechos los que importan un culo?, podría estar subestimando a la ciudadanía. No será que así como Zazie ridiculiza a su tío Ud. queda en esa posición porque está demasiado preocupado de mostrarse como el que sabe de los “monumentos emblemáticos”. A Zazie esa demostración de saber, de poder y de competencia le parece ridícula…
-…A veces tengo la sensación…
-(por fin habla de sensaciones sin que su coach se lo haya sugerido)
-…de que intento mostrar mi competencia a un gran observador, como si fuera una perfomance, como si tuviera el deber de ser un gran hombre.
-Se da cuenta que compite con la ex presidenta como si ella quisiera ser un gran hombre, un héroe.
-Hmmm, …parece que ella sería más bien Zazie, será por eso que gana?.
- (Por eso la tortuga le gana a Aquiles). Lo dejamos hasta aquí por hoy.

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lunes, 5 de julio de 2010

Transparencias que aburren


Se tiende a confundir transparencia con intimidad. Muchas son las parejas que suponen que tener una “muy buena relación” implica contarse todo, confiar “a ojos cerrados” en el otro, conocerse por completo. Contrariamente a lo que podría pensarse, son estas parejas las que suelen sufrir una profunda deserotización en su relación. Incluso se vuelven a enganchar cuando se enteran de alguna infidelidad, aunque sea de pensamiento; en el fondo cuando se encuentran con algo que no conocían de su partenaire. Siempre se me vienen a la cabeza esas parejas que terminan pareciéndose, como eso turistas gordos en que ambos llevan poleras “I Love Miami”; quienes quizás saben demasiado el uno del otro, disfrutando más bien cada uno en su goce solitario ya sea con su comida o su máquina de fotos, por cierto no en el sexo.

En la absoluta transparencia ocurre que nada histeriza: es decir nada prende el deseo del otro. Así como cuando niños le decíamos a los demás que guardábamos un secreto, aunque este no tuviera ninguna importancia, llevaba a que todos quedaran pendientes. Ese misterio, ese tener algo que el otro no sabe de mí, genera deseo.
Algunos hablan de la “tiranía de la transparencia” fácilmente observable en los formatos televisivos como los reality shows, o la exposición actual de los cuerpos, donde la tendencia es mostrar todo. Como si eso significara éticamente no ocultar nada, como si fuera un valor, como si eso fuera la intimidad. Pero por el contrario, como podría ocurrirle a un ginecólogo (espero que así sea! ) el bombardeo diario de traseros y pechugas se transforma en partes sin sentido, deserotizadas. Cuerpo iguales, que no sugieren un más allá, un secretito que ir a buscar. Por eso las kenitas, las arenitas, etc se ponen feas para sus espectadores, agotan, aburren; pareciera que lo que vende después de un tiempo no son sus cuerpos sino que sus aventuras y sobretodo sus desgracias.

La intimidad está lejos de este tipo de transparencia, esa de cada uno y la que se puede construir con otro, esa que marca un lugar privilegiado y reservado que, como diría Freud, puede elevar la libido hacia lo alto.

La transparencia mejor dejársela a la política.